Conexión Matrística
Con mi vieja tenemos esa conexión matrística. Ella crea en las artes textiles lo que yo creo en procesos de acompañamiento. Aquí su última obra «Mi árbol de la vida», donde obviamente no paré de ver placentas desde el primer momento que me las mostró. Así que aquí le escribí lo que me inspiró.
Delgado hilo que aún
me conecta a ti
Me duele que sea así
y sin embargo
gracias a eso
es que te recuerdo
Lo que nos une. Un misterio. Y sin embargo cierro los ojos y lo que veo es un gran árbol. Un gran árbol por el cual se filtran las estrellas, las constelaciones y los planetas. Un gran árbol que me cuenta de qué estoy hecha. Ese árbol nace de mi ombligo. Por eso sabe de todo lo que preciso. Es el árbol de la vida. Me recuerda que vengo de un paraíso.
En muchas culturas, desde tiempos muy antiguos lo honran. Para algunas es nuestro hermano gemelo, para otras es nuestro ángel guardián. Para todas ellas es el árbol que nos mantiene unido al universo. Es el árbol divino que nos recuerda el origen. Por eso lo entierran en lugar sagrado y allí plantan un árbol de la tierra para que vayan los niños y las niñas a no olvidarse que vienen de los cielos y las estrellas.
Es también guardián de la vida y la muerte. Nos cuida desde el comienzo de nuestra existencia marina y muere una vez que nacemos al aire y la tierra. Es como si supiera, ante nuestra primera inhalación, que allí habrán otros árboles cuidando de nuestra existencia.
Hace no mucho comprendí que este árbol era la placenta. Como todo lo visceral, tan olvidado. Siempre buscando tan arriba que se nos olvida que el cielo también fue hecho aquí en la tierra. Que en cada tejido, en cada célula, habita el átomo de la existencia.
La placenta es un puente al cuerpo madre pero no permite que se mezclen las sangres. Como recordando que somos partes apartes compartiendo un mismo territorio transitorio. Que somos juntos pero también somos separados.
La placenta nos enseña a compartir la tierra, conectando y uniendo los cuerpos en una misma frecuencia. Nos enseña el milagro de que si dejamos a la vida ser vida, ella sabrá como cuidarnos. Nos da lo que precisamos y aleja, hasta donde puede, lo que nos causa daño.
En algunos lugares del África, cuando un niño nace se entierra la placenta en un lugar de la casa o en un árbol. Se dice que de esta forma su espíritu lo seguirá cuidando.
También se dice que nuestro caminar despiadado por la tierra, arrasando la naturaleza y talando los árboles, tiene que ver con que la hemos olvidado y por tanto la sabiduría de que todo nos conecta. Se dice que nos olvidamos porque no le dimos el tiempo a que nos susurre todo esto: cortamos el cordón antes de tiempo, cuando aún ella estaba dentro.
En algunas culturas se espera a que placenta se alumbre y juntos, ella y bebé, decidan cuándo es tiempo de despedirse, sin cortes ni desgarros. Es el tiempo que tiene el nuevo ser de bienvenir la vida de la mano con la muerte, grabando en su memoria que no hay una sin la otra.
Por eso dicen que la muerte nos duele tanto. Porque no nos dejaron despedirnos. Y por eso andamos así como huérfanos y errantes, buscando en cada árbol, resarcir su memoria y caricia.
María Luciana Siri
Guía y Guardiana de Sabiduría Matriz
Febrero 2020

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