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Postparto Invisible…

Sin bebé en brazos y con pechos grandes que se preparaban para alimentar

Hace casi 6 años perdí a mi hija Zoé tras meses de un embarazo de alto riesgo. Fueron meses de angustia, dolor, incertidumbre y miedo. Cuando parí a mi hija muerta sentí primero mucha liberación; habíamos puesto fin a estos meses tan difíciles de sobrellevar. Esto me llevó sumado al tabú que hay entorno a las muertes perinatales a no darme espacio para el duelo, y a no entender este postparto invisible sin bebé en brazos y con pechos grandes que se preparaban para alimentar.
Cuando tuve a mi primer hijo Milo el embarazo fue super saludable, hermoso y fluido. El papá de mi hijo y yo estábamos muy bien. Dejé de trabajar y pude dedicarme al cien a sentir y vivir este embarazo desde el gozo. Tomé yoga para embarazadas, estuve en círculos de mujeres, viajé con mi panza al mar, descansaba lo que quería, etc. Y finalmente tuve un largo, salvaje y hermoso parto en casa lleno de oxitocina. En el quiebre del postparto conocí a una bendita tribu de mujeres con las que a la fecha sigo caminando.
Cuando me embaracé de mi segundo bebé estaba en crisis, ahogada en las profundidades de las aguas maternas de mi primer hijo, con casi 4 años de estar solo criando, tenía menos de un año de haber dejado de amamantar, recién mudada a un pueblito del estado donde nunca nos hayamos y en crisis de pareja. Mi primer sentir fue querer abortar pero no tuve la valentía de asumirlo y decidí proseguir con el embarazo que pronto empezó a sangrar y se volvió muy complicado. Tuvimos que irnos de emergencia a la ciudad y no pude salir de ahí, estuvimos varados meses en casa de mi hermana a la cual quiero agradecer su cobijo que hizo todo este proceso mucho más amable. Cuando fuimos mi compañero, mi hijo y yo al ultrasonido de las 19 semanas y nos dijo el doctor que ya no había latido y que lo que seguía era un legrado sentí que toda mi vida se derrumbaba. Le pedí que me dejara tiempo para pensarlo porque no me sentía capaz de pasar por semejante intervención.
Esa misma noche hablando con mi partera ella me habló de mi cuerpo y su capacidad para hacer el proceso sin intervención y decidí confiar a pesar de que no había un tiempo específico. El aborto podía llegar de inmediato o tardarse muchas semanas. Pasó una semana completa entre el ultrasonido y el nacimiento de Zoé.
Fue una semana durísima, en la que me contaron las peores historias de matrices que todas terminaban con infección e histerectomía por abortos no cuidados, aún así decidí confiar. Y cuando ya estaba a punto de ceder, estaba siendo insostenible aguantar más días para mí, se dio el parto en casa también. En esta segunda vez no sabía qué esperar, en el primero me había preparado muchísimo pero en esta ocasión estaba en blanco, no había parteras, fue rapidísimo y estuvo lleno de adrenalina. Aún si fue un parto muy crudo, siento que fue la mejor decisión que pude haber tomado, mi cuerpo sabio lo hizo todo y me demostró que si el embarazo no había sido viable por las razones que fueran mi cuerpo seguía sabiendo parir y fue profundamente sanador. Cuando expulsé a Zoé sentí esa descarga potente de oxitocina y fue muy liberador.
La negación
Ahora puedo ver que entré en negación y quise pasar a lo siguiente inmediatamente. A los dos días del parto ya estábamos buscando casa y regresamos a vivir a la ciudad. Me puse a trabajar al instante después de estar criando 4 años y mi primer hijo Milo entró por primera vez a la escuela. El tema es que la negación la sostuve por años sin darme cuenta.
Enterramos a Zoé y el proceso de duelo se quedó para mí enterrado con ella, sin elaboración. Ya no volvimos a hablar del tema con el papá de mis hijos. Y creo que con ella una parte de mi murió también. Esos cambios abruptos y pegados hicieron que andaba en la locura constante sin tiempo de pensar en nada, mucho menos en la reciente pérdida, navegando mi postparto en estrés, sin bebé y sin conciencia siquiera de estar en postparto. No busqué terapia, ni grupos, ni nada. Regresé a una rutina de crianza y trabajo.
Lo extraño es que mi comunidad que no sabía cómo acompañar esta pérdida me remitía con mamás que habían tenido una pérdida reciente que me llamaban para contarme y buscar contención de alguna manera (ya era doula para entonces) y solo con ellas me atrevía a verbalizar lo doloroso y tabú del proceso.

El despertar del duelo

Me tardé años en elaborar y tejer la cicatriz de este duelo. El primer paso fue después de una ceremonia de medicina sagrada, que sucedió casi dos años después de la pérdida, en la que llegó a mi una profunda revelación y logré nombrar a mi hija Zoé que significa vida.
Dos veces en mi vida he tomado ayahuasca. La primera vez fue un viaje que no puedo describir con palabras porque abarcó un sinfín de sentidos que ni siquiera tenía conscientes. El tema es que fue un viaje suficientemente intenso y divino con revelaciones que creo a la fecha sigo procesando como para no repetir.
Pero varios años después se presentó nuevamente la posibilidad y de alguna manera pensé que tal vez llegarían respuestas a preguntas que no sabía formular. El regalo de este viaje fue nombrar a mi hija. Cuando terminó la ceremonia, que fue además privada con pura familia, nombré a Zoé y lo mencioné con los asistentes, bueno en especial recuerdo haberme acercado a mi ex cuñada que hoy en día es uno de los grandes amores de mi vida Camy Kmy y a mi ex suegra que amo profundamente y que es una gran abuela para mi hijo y estuvo presente en mis dos partos Maria Ornelas. Sentía una alegría tan grande, nombrarla de alguna manera era una forma de visibilizar su existencia con su familia y fue algo profundamente sanador y marcó para mi el principio de la elaboración del duelo. Fue como un claro Zoé existió, y tiene una importancia en mi vida que apenas estoy logrando dimensionar y necesita tener su espacio en mi vida. No sé como, no sé cual pero definitivamente uno.

 

La importancia del sostén

Ese mismo año, unos meses después de la ceremonia, ya cerca de la fecha del nacimiento / muerte de Zoé, fui a cenar con unas amigas para mi cumple y una de ellas después del restaurante nos invitó a su casa a seguir la conversa y sacarnos unas cartas de oráculo. Y justo saqué una carta que hablaba de la muerte y la pérdida y me derrumbé en llanto. No sé cuánto tiempo lloré, varios minutos, solo recuerdo que juntamos nuestras cabezas y tomaron mi mano, no hicieron más que sostener mi llanto y mi mano en silencio. Esta experiencia de llanto acompañado se ha convertido en una de las experiencias más profundas y sanadoras que he podido vivir. Y de hecho es algo que practico con mis amigas más allegadas con las que sé que puedo soltar mi dolor y que no intentarán de ninguna manera consolarme. El consuelo ya lo vivo como un acto violento y represor. ¿Cuando le dices a alguien que acaba de perder un bebé no llores, todo va estar bien, estás joven todavía puedes tener otro, ahora tienes un ángel cuidándote en el cielo, y larga lista de etc. qué estamos tratando de acallar o reprimir? ¿Qué le importa a esta madre que acaba de perder a su bebé ser joven, tener la posibilidad de tener otro quien se lo garantiza además? Eso no hará regresar a este bebé por el que se siente desconsolada. Es de vital importancia aprender a validar las emociones que atraviesan las personas en duelo si queremos acompañar sanamente. Así que amigas gracias porque fueron espacio para dar inicio a este largo, profundo y bellísimo viaje sostenido, porque me enseñaron que también el dolor es un maestro y se puede acompañar Lila Guerrero Mónica Huerta.

Articular la historía 

En esa cena pude soltar mis vergüenzas, contarles a mis amigas cosas del parto que no había compartido con absolutamente nadie en dos años, ni siquiera con el padre de mis hijos.
El parto de Zoé estuvo lleno de sangre y mucha adrenalina, incluso hubo un momento de tensión en el que no sabíamos si iba a tener una hemorragia. Afortunadamente no fue así. Pero fue duro, crudo, en el baño, doloroso para el alma con un compañero claramente perdido entre querer apoyar y alejar a mi hijo ansioso por estar presente. Un compañero que no me supo sostener, que no me recordó como en mi primer parto con su voz suave y su cariño que mi cuerpo era un templo y que podía con esto también.
Ahora entiendo que fue muy difícil para él también obviamente y que hizo lo que pudo. Las mujeres a parte de todo ponemos el cuerpo y nuestras necesidades deben seguir estando en el centro de los cuidados. Literalmente estaba con el teléfono en la oreja hablando con mi partera mientras tenía contracciones, mientras expulsaba primero a mi hija y luego a su placenta. Todo fue muy rápido y la adrenalina fue tal que tengo este parto grabado en mi memoria y en todas mis células con una brutal nitidez.

 

Hay una herida que ahora puedo contar y puedo sostener sin derrumbarme completa pero que ha sido extremadamente difícil de navegar e integrar. Estuvo tan cabrón el parto, nos dejó tan mudos que pusimos a Zoé en una tinita en el baño y cada quien por su lado al otro día se despidió de ella como pudo. No dejamos que Milo la viera, estábamos desarmados y creo que no nos sentíamos capaces de saber como sostener a nuestro hijo tras ver a su hermana muerta. Nunca entramos juntos Rodrigo y yo. Y la herida que cargué por años sin poderlo compartir hasta esa cena es que nunca pude abrazar a mi hija. La miré, le tomé fotos, agarré su manita, le hablé, le canté, me despedí pero no la pude abrazar. Ahora puedo ver que simplemente no pude pero cargué una culpa por años. Es un dolor que de alguna forma siempre me va a acompañar pero le doy espacio y he aprendido a estar con él sin que sangre, cultivando profunda empatía conmigo misma y entendiendo que es algo que ya no está en mi poder cambiar. Pero he necesitado llorar muchísimo ese abrazo que nos faltó. A raíz de esta cena pude abrirme a contarle al papá que no había logrado abrazar a nuestra bebé. Él me compartió que sí la había abrazado y eso le dio a mi corazón una paz y alegría infinita.

Asimilar el dolor

Ese día de la cena de mi cumpleaños empecé a tejer el duelo, ese día entendí que había mucho más que elaborar y que por mucho que perder a Zoé había sido lo mejor, claramente no era viable su vida, supe que tenía en mi mucho dolor que atravesar. Y que este evento estaba teniendo gran impacto en mi confianza en la vida, en mi sexualidad, en mi relación.
Tener relaciones sexuales me daba pánico, me daba terror ovular o rozar la posibilidad de quedarme embarazada de nuevo. Esto claramente impactó mi vida, y no solo mi sexualidad y relación de pareja para la cual fue el inicio de nuestro quiebre sino también mi confianza en la vida. La ovulación y la subida de estrógenos es un momento del ciclo en el que una brilla, asume su belleza, su líbido, su seguridad, creatividad, crece un optimismo o más bien una confianza suave del cuerpo, sin esfuerzo que hace que no te cuestiones tanto las cosas, te sientes más atrevida etc. Pero mi cuerpo cargaba trauma y estoy segura que tuve bajos mis estrógenos durante mucho tiempo. Ahora puedo ver que fue una respuesta de mi cuerpo queriéndose cuidar de un embarazo no deseado. Pero me apagué, todo me daba terror no solo tener relaciones, sino tomar cualquier decisión. Entré en una fase en la que yo veía todo de manera catastrófica y no lograba dar un paso ni para atrás ni para adelante, me sentía completamente rígida y congelada, de alguna manera una parte de mí se había muerto con mi hija. En cuanto pude verlo inicié de a poco el camino de vuelta a mi y a la vida.

 

Encontrar los caminos de elaboración
No supe buscar los apoyos, no los encontré, no lo sé, pero solo 2 años después de esa cena (es decir 4 años después de la pérdida), con estados de ansiedad más elevados que nunca en mi vida, entré a un proceso que si bien no está enfocado al duelo fue espacio para que yo lo pudiera elaborar desde el cuerpo, el canto, el dibujo y la poesía acompañada por hermosas mujeres guiadas por Adriana Ordonez . Desde las primeras meditaciones hormonales dejé de tener ansiedad, al trabajar desde el cuerpo y en especial desde mi matriz algo muy profundo se liberó desde dentro. En este proceso de Sabiduría Matriz pude ponerle miel y flores a mi cicatriz para que dejara de sangrar en el silencio de la negación. Y poco a poco mi confianza en la vida renació.

 

Los regalos

Y en ese caminar recordé que Zoé existió mucho antes de encarnar en mi vientre. Recordé cómo habíamos, Rodrigo y yo, llamado su alma años antes de tener incluso a nuestro primer hijo. Supe en un temazcal (tendría dos semanas de embarazo sin saberlo) que la tenía en mi vientre y que era mujer. Las dos estamos atravesadas por los mismos signos zodiacales. Yo soy cancer ascendente Leo y no sé cómo se hace la carta astral de una bebe que muere en el vientre y nace muerta en este plano pero el día que supimos que su corazón había dejado de latir era el 20 de julio todavía día de cáncer, sin embargo la parí el siguiente lunes 27 y ya estábamos en días de Leo. Y mil cosas hermosas que he ido hilando sobre mi bebé y yo. Escribí la hermosa historia de mi hija. Así fue como esta pérdida poco a poco se transformó para mí en un milagro y un regalo.
De hecho quiero compartir que escribiendo estos posts me llegó el recuerdo de otro regalo muy especial. Cuando nos quedamos varados por meses en casa de mi hermana estaba presente mi sobrina Sania @sania.m.n de 9 años entonces, la edad de Milo ahora. Ella fue una presencia totalmente mágica durante esos meses de infierno. Tenía mucha esperanza de que mi hija naciera y tener una nueva prima. Como pasaba la mayor parte de mi tiempo en cama, ella con su sensibilidad divina, su cariño y su enorme belleza me visitaba y me infundía confianza. Me dejaba notitas sorpresas debajo de la almohada, me acariciaba la panza. Hablaba poco pero me lo decía todo con su mirada. Su presencia fue de una belleza infinita. De hecho en el día de muertos de ese año puso a Zoé en el altar y mi hermana me mandó la foto que es la de la imagen de este post. Ese día me sentí vinculada con ella de una manera muy especial.
En ese viaje de renacimiento le hice canciones, se la encargué a mis abuelas que saben ambas lo que es perder un hijo, la sé cuidada por mi loba y mi osa, le hice ofrenda de mi sangre menstrual, le hice dibujos y le escribí poemas. Desde entonces la sé amada y reconocida por una comunidad entera. Incluso logré el año pasado compartirle las fotos a mi hermana del alma Ana Karla que ha sido sostén incondicional en mi camino de retorno a la vida.
Desde entonces siento la muerte de una manera más integrada en mi vida y esto me ha permitido sentirme en paz y volver al gozo de vivir desde el cuerpo.

 

La tribu

Muchas veces en mi vida me he llenado de certezas bajo las cuales he vivido incluso en contra de mi misma queriendo además que encajen los demás en ellas. Eso me ha llevado a dejar de escuchar y a excluir y no solo a los demás sino a no reconocer partes de mi misma con el pretexto de querer encajar y ser perfecta. Y la vida, afortunadamente, se ha dedicado todo el tiempo a derrumbar todas mis certezas, haciendo surgir cada vez más preguntas, más vulnerabilidad, más empatía. Por muy rudo que haya sido el 2020 lo agradezco profundamente porque me hizo crecer como nunca antes. Mi decreto para el 2021 es soltar a mi personaje de miss perfecta entendiendo desde mi territorio que todos enfrentamos la vida como podemos. No busco más que sentirlo todo, ser quien soy sin pena y sin culpa, asumir mis imperfecciones, compartir relaciones honestas vulnerables y recíprocas y gozar lo que hay y mientras se pueda.
Pero a pesar y por sobre todo hay una certeza que ha permanecido siempre, que hoy en día es sostén incondicional y lo he podido sentir en muchos procesos de mi vida, en especial en los momentos de muerte y renacimiento y es que mi tribu es lo que ha hecho la diferencia siempre. Mi tribu lo ha vuelto todo más y mejor, de eso no me queda la menor duda. Y además la vida me ha bendecido con una tribu de mujeres tesoro en mis tres tierras raíces: Francia, España y México.
Agradezco a las personas que hayan leído esta historia por partes o hasta el final, a las que comentaron sus sentires. Fue un ejercicio de vulnerabilidad profunda que espero ayude a volver menos tabú este tema que nos atraviesa a muchísimas mujeres.
En el siguiente post pondré información sobre el espacio de acompañamiento que estoy abriendo para las que sientan el llamado.
Nathalie Núñez
Guía y Guardiana de Sabiduría Matriz

 

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