Hay una herida que ahora puedo contar y puedo sostener sin derrumbarme completa pero que ha sido extremadamente difícil de navegar e integrar. Estuvo tan cabrón el parto, nos dejó tan mudos que pusimos a Zoé en una tinita en el baño y cada quien por su lado al otro día se despidió de ella como pudo. No dejamos que Milo la viera, estábamos desarmados y creo que no nos sentíamos capaces de saber como sostener a nuestro hijo tras ver a su hermana muerta. Nunca entramos juntos Rodrigo y yo. Y la herida que cargué por años sin poderlo compartir hasta esa cena es que nunca pude abrazar a mi hija. La miré, le tomé fotos, agarré su manita, le hablé, le canté, me despedí pero no la pude abrazar. Ahora puedo ver que simplemente no pude pero cargué una culpa por años. Es un dolor que de alguna forma siempre me va a acompañar pero le doy espacio y he aprendido a estar con él sin que sangre, cultivando profunda empatía conmigo misma y entendiendo que es algo que ya no está en mi poder cambiar. Pero he necesitado llorar muchísimo ese abrazo que nos faltó. A raíz de esta cena pude abrirme a contarle al papá que no había logrado abrazar a nuestra bebé. Él me compartió que sí la había abrazado y eso le dio a mi corazón una paz y alegría infinita.
Asimilar el dolor
Ese día de la cena de mi cumpleaños empecé a tejer el duelo, ese día entendí que había mucho más que elaborar y que por mucho que perder a Zoé había sido lo mejor, claramente no era viable su vida, supe que tenía en mi mucho dolor que atravesar. Y que este evento estaba teniendo gran impacto en mi confianza en la vida, en mi sexualidad, en mi relación.
Tener relaciones sexuales me daba pánico, me daba terror ovular o rozar la posibilidad de quedarme embarazada de nuevo. Esto claramente impactó mi vida, y no solo mi sexualidad y relación de pareja para la cual fue el inicio de nuestro quiebre sino también mi confianza en la vida. La ovulación y la subida de estrógenos es un momento del ciclo en el que una brilla, asume su belleza, su líbido, su seguridad, creatividad, crece un optimismo o más bien una confianza suave del cuerpo, sin esfuerzo que hace que no te cuestiones tanto las cosas, te sientes más atrevida etc. Pero mi cuerpo cargaba trauma y estoy segura que tuve bajos mis estrógenos durante mucho tiempo. Ahora puedo ver que fue una respuesta de mi cuerpo queriéndose cuidar de un embarazo no deseado. Pero me apagué, todo me daba terror no solo tener relaciones, sino tomar cualquier decisión. Entré en una fase en la que yo veía todo de manera catastrófica y no lograba dar un paso ni para atrás ni para adelante, me sentía completamente rígida y congelada, de alguna manera una parte de mí se había muerto con mi hija. En cuanto pude verlo inicié de a poco el camino de vuelta a mi y a la vida.
Encontrar los caminos de elaboración
No supe buscar los apoyos, no los encontré, no lo sé, pero solo 2 años después de esa cena (es decir 4 años después de la pérdida), con estados de ansiedad más elevados que nunca en mi vida, entré a un proceso que si bien no está enfocado al duelo fue espacio para que yo lo pudiera elaborar desde el cuerpo, el canto, el dibujo y la poesía acompañada por hermosas mujeres guiadas por
Adriana Ordonez . Desde las primeras meditaciones hormonales dejé de tener ansiedad, al trabajar desde el cuerpo y en especial desde mi matriz algo muy profundo se liberó desde dentro. En este proceso de Sabiduría Matriz pude ponerle miel y flores a mi cicatriz para que dejara de sangrar en el silencio de la negación. Y poco a poco mi confianza en la vida renació.
Los regalos
Y en ese caminar recordé que Zoé existió mucho antes de encarnar en mi vientre. Recordé cómo habíamos, Rodrigo y yo, llamado su alma años antes de tener incluso a nuestro primer hijo. Supe en un temazcal (tendría dos semanas de embarazo sin saberlo) que la tenía en mi vientre y que era mujer. Las dos estamos atravesadas por los mismos signos zodiacales. Yo soy cancer ascendente Leo y no sé cómo se hace la carta astral de una bebe que muere en el vientre y nace muerta en este plano pero el día que supimos que su corazón había dejado de latir era el 20 de julio todavía día de cáncer, sin embargo la parí el siguiente lunes 27 y ya estábamos en días de Leo. Y mil cosas hermosas que he ido hilando sobre mi bebé y yo. Escribí la hermosa historia de mi hija. Así fue como esta pérdida poco a poco se transformó para mí en un milagro y un regalo.
De hecho quiero compartir que escribiendo estos posts me llegó el recuerdo de otro regalo muy especial. Cuando nos quedamos varados por meses en casa de mi hermana estaba presente mi sobrina Sania @sania.m.n de 9 años entonces, la edad de Milo ahora. Ella fue una presencia totalmente mágica durante esos meses de infierno. Tenía mucha esperanza de que mi hija naciera y tener una nueva prima. Como pasaba la mayor parte de mi tiempo en cama, ella con su sensibilidad divina, su cariño y su enorme belleza me visitaba y me infundía confianza. Me dejaba notitas sorpresas debajo de la almohada, me acariciaba la panza. Hablaba poco pero me lo decía todo con su mirada. Su presencia fue de una belleza infinita. De hecho en el día de muertos de ese año puso a Zoé en el altar y mi hermana me mandó la foto que es la de la imagen de este post. Ese día me sentí vinculada con ella de una manera muy especial.
En ese viaje de renacimiento le hice canciones, se la encargué a mis abuelas que saben ambas lo que es perder un hijo, la sé cuidada por mi loba y mi osa, le hice ofrenda de mi sangre menstrual, le hice dibujos y le escribí poemas. Desde entonces la sé amada y reconocida por una comunidad entera. Incluso logré el año pasado compartirle las fotos a mi hermana del alma Ana Karla que ha sido sostén incondicional en mi camino de retorno a la vida.
Desde entonces siento la muerte de una manera más integrada en mi vida y esto me ha permitido sentirme en paz y volver al gozo de vivir desde el cuerpo.
La tribu
Muchas veces en mi vida me he llenado de certezas bajo las cuales he vivido incluso en contra de mi misma queriendo además que encajen los demás en ellas. Eso me ha llevado a dejar de escuchar y a excluir y no solo a los demás sino a no reconocer partes de mi misma con el pretexto de querer encajar y ser perfecta. Y la vida, afortunadamente, se ha dedicado todo el tiempo a derrumbar todas mis certezas, haciendo surgir cada vez más preguntas, más vulnerabilidad, más empatía. Por muy rudo que haya sido el 2020 lo agradezco profundamente porque me hizo crecer como nunca antes. Mi decreto para el 2021 es soltar a mi personaje de miss perfecta entendiendo desde mi territorio que todos enfrentamos la vida como podemos. No busco más que sentirlo todo, ser quien soy sin pena y sin culpa, asumir mis imperfecciones, compartir relaciones honestas vulnerables y recíprocas y gozar lo que hay y mientras se pueda.
Pero a pesar y por sobre todo hay una certeza que ha permanecido siempre, que hoy en día es sostén incondicional y lo he podido sentir en muchos procesos de mi vida, en especial en los momentos de muerte y renacimiento y es que mi tribu es lo que ha hecho la diferencia siempre. Mi tribu lo ha vuelto todo más y mejor, de eso no me queda la menor duda. Y además la vida me ha bendecido con una tribu de mujeres tesoro en mis tres tierras raíces: Francia, España y México.
Agradezco a las personas que hayan leído esta historia por partes o hasta el final, a las que comentaron sus sentires. Fue un ejercicio de vulnerabilidad profunda que espero ayude a volver menos tabú este tema que nos atraviesa a muchísimas mujeres.
En el siguiente post pondré información sobre el espacio de acompañamiento que estoy abriendo para las que sientan el llamado.
Nathalie Núñez
Guía y Guardiana de Sabiduría Matriz